jueves, 26 de abril de 2007

El sueño de Simón


El sueño de Simón siempre había sido cantar, cantar en un grupo de rock igual a como cantaban sus rockeros favoritos. Toda su vida había querido sentir eso que se debe sentir cuando cien, doscientas o miles de personas están frente a ti cantando tu canción, sintiendo contigo, gritando contigo. Más de una vez de sus ojos brotaron lágrimas de tristeza solo con pensar, con imaginar un gran escenario que lo esperaba en algún lugar con cientos de personas ávidas de su música.


La verdad es que la voz de Simón no estaba nada mal y si a eso le agregamos que sabia tocar la guitarra, entonces él tenia al menos una oportunidad entre un millón de lograr su sueño y cada día de su vida se aferraba mas y mas a esa pequeñísima oportunidad. Pero a Simón no le importaba tener tan poca oportunidad, es más ni siquiera pensaba en eso, porque cada mañana al levantarse de la cama se daba más y más esperanza.


Suele suceder que unos amigos nos presentan a otros amigos y a su vez estos a otros más. Con esto solo quiero mostrar que no se como, pero Simón conoció a otros jóvenes con sueños similares al de él, jóvenes en cuyo corazón y mente solo había música igual que en el corazón y la mente de Simón. Quizás este hecho no necesariamente hubiera sido relevante en mi historia, ya que por razones extrañas de la vida al conocerse estos jóvenes no habría pasado nada especial aparte de crearse una nueva amistad o una simple relación de conocidos. Pero ¡NO!, el hecho si es relevante, porque desde el primer día en que se conocieron Simón y estos otros tres jóvenes se forjo algo mas que una simple amistad o relación de conocidos, lo que surgió ese día fue una hermandad, un lazo invisible para el mundo los aferro a uno del otro convirtiéndolos en algo mas que hermanos de sangre, si es que hay un lazo que pueda aferrar tanto.

Decidieron tocar en el garaje de la casa de Simón por puro placer, por pura satisfacción de sus cuerpos y mentes. Ese día la conexión entre ellos se hizo más que evidente, la música que resultaba de la improvisación de Carlos en la batería, Andrés en el bajo, Julián en la guitarra y Simón era simplemente glorioso. Nunca antes el rock había sonado con tal grado de perfección y mucho menos cuando los que tocaban apenas si tenían tiempo de conocerse. Todos cuantos pasaron por la casa de Simón aquel día, a aquella gloriosa hora sin importar cuales fueran sus gustos musicales no pudieron resistirse al encanto de la perfección musical. Aquel día, el primer día de la banda aun sin nombre, ya parecían estrellas. Todos los vecinos del lugar y otros tantos mas preguntaban por la banda, pedían firmas, hablaban de tocar en uno u otro lugar. Para Simón este fue quizás el día más feliz de su vida, ya que pudo ver como esa pequeñísima oportunidad de lograr su sueño, ese que había soñado tanto durante cada día de su vida se hacía cada segundo mas y mas grande y tanto crecía que paso de ser un sueño a una posibilidad real.

Ya no podía dormir, ni comer, ni vivir sin pensar en un gran escenario en alguna parte con miles y miles de personas esperándolo a él y a su banda.


En el siguiente ensayo la perfección llego a tal punto que el escuchar aquella música te hacía perder la noción de la realidad, era una droga mucho más poderosa que cualquiera conocida hasta ahora. Era morir sin dejar de vivir, era morir y resucitar tres minutos después en el éxtasis, un éxtasis ni siquiera comparable con el producido por un orgasmo. Todos los que caían bajo el influjo de aquellas notas eran presas de un incontenible, imparable e irrefrenable deseo de saltar, mecerse, danzar, bailar, de estremecerse. La masa de cuerpos convulsionantes se iba una cuadra más allá del garaje de Simón y solo se detenía cuando una canción finalizaba, pero no paraba en realidad, más bien quedaba toda la cuadra en un silencio expectante, como en un esperar mas, como en un ruego silencioso. Fue por esto que incluso después de terminar el ensayo, una hora mas tarde aun muchos no habían logrado volver en sí, se habían quedado como autistas, no habían querido volver a la realidad sino que mas bien prefirieron quedarse en su mundo de tranquilidad y paz, en ese mundo de perfección creado por aquellas notas celestiales.


La banda continuo tocando una y otra vez, haciéndose cada vez mas famosa, dejando por doquier gente ávida de mas y mas de su música, de su droga, de su muerte en vida.


El sueño de Simón se cumplió una noche de noviembre cuando él, Carlos, Andrés y Julián tocaron por primera vez en un escenario de verdad, con miles y miles de personas adentro del estadio y otros tantos por fuera que no habían alcanzado a entrar. Esa noche tocaron como nunca y mientras tocaban una canción tras otra las personas mas les pedían. Aquella gran masa de personas parecía absorber todas y cada una de las notas y entre más consumía mas quería.

El cerebro y el cuerpo humano son limitados al igual que el hombre en sí, por esto nadie adentro del estadio pudo resistir semejante sobredosis. Uno a uno fueron quedando inertes los cuerpos, convirtiéndose aquello en una gigantesca nube de almas convulsionantes con una música que mas parecía una droga, en un baile que mas parecía un ataque epiléptico, en una vida que mas parecía una muerte.


Pero ¡YO!, yo no pude llegar a tal grado de excitación, mi cuerpo no convulsionó lo suficiente y mi alma no dejo mi cuerpo para quedarse en éxtasis eterno. No, yo seguía allí parado mientras la banda dejaba de tocar. Fue por esto, que en un intento desesperado por lograr alcanzar la perfección, la dicha eterna, el éxtasis infinito, me abalance hacia Simón y de un mordisco en su garganta trate de arrancar sus cuerdas vocales, esas mismas que habían hecho de aquella música la perfección. Aunque trataron de impedirme adueñarme de ellas lacerando mi cuerpo, golpeándome una y otra vez, pateándome, ya no pudieron hacer nada. La vida de Simón fue consumida mordisco a mordisco por mí y su supuesta perfección fue tragada bocado a bocado.

Como había sido mi propósito, mi alma abandono mi cuerpo. Lo que no sucedió fue ese quedarme por siempre en ese éxtasis infinito que esperaba. Todo lo contrario, ahora mi alma vive encerrada día tras día, hora tras hora, en el interior de un montón de carne y huesos, un encierro en extremo nada agradable y alejado por completo del éxtasis eterno. Mi castigo por matar la perfección es toda una eternidad de vida.

TOMAS

4 comentarios:

Anónimo dijo...

EL EQUIPO DE DECIR LO INDECIBLE AGRADECE SU COMENTARIO Y SU VISITA.

Tomas dijo...

Bueno la verdad la redacción no me gusta demasiado pero igual es uno de los escritos que mas me gustan de los pocos que he podido realizar.
La razón de que me guste tanto se debe a que el cuento es en si una representación de como yo mismo me encargo de acabar con todos los bonitos sueños que tengo, es como los destruyo casi comiendolos y luego como lo unico que queda al final sigo siendo yo mismo pero sin sueños sin nada.
Me encantó haber escrito esto y cuando lo hice fue en un solo instante y no quiero al menos por ahora cambiarle nada sino dejarlo asi como salió, nada de depurarlo ni nada.

Anónimo dijo...

Vine aqui tras leer tu comentario en "decir lo indecible", uno de mis favoritos, junto con

seleccion-de-poemas.blogspot.com

(te sugiero tb una visita tranquila a esta pagina).

Me han gustado algunos textos, sobre todo eso que dices de que te sientes como una tendencia, un intento, un ensayo, una prueba... Bueno,no se si en ese orden, pero me gustó..

Unknown dijo...

la verdad, "el sueño de Simon" me encanto desde que lo lei la primera vez hace ya unos dos o tres años........ y aunque siempre con esa sombra me encanta como escribes.
Luisa