domingo, 17 de octubre de 2010

CAPITULO PRIMERO - REMEMBRANZAS

Scott Armstrong sentado en la cabina de su nave. Afuera cae el sol. Contempla su primera puesta de sol en Ganimedes. Solo se ve su sombra sentada en el sillón. Un brazo izquierdo estirado sosteniendo lo que parece una taza de café y del otro lado solo un cigarro asoma de vez en cuando.
...
Sentado en la cabina de mi nave. Mirando la lejanía, la soledad del desierto por entre el vidrio. Un desierto espacial con arena tan blanca!!! Parece una visión de montanas de azúcar. El sol ya se marcha y un frio indescriptible se apodera de la atmosfera. La calefacción de la nave se activa produciendo un suave zumbido por unos minutos. Me gustaría poder estar allí fuera, tirado en medio de la arena. Sintiendo el contacto de esta con mi piel. Sintiendo como la luz del sol me recorre de arriba abajo en su huida. Puedo ver la escena reflejarse en el vidrio.
La música suena al interior. Una canción finaliza y comienza otra con el sonido de la aguja restregando la superficie del disco. Maldición, esta canción, me revuelve las entrañas, los brazos me tiemblan y debo tomar la taza con ambos brazos. Mil imágenes juegan en mi mente, y apuro a vaciar una vez más algo de licor en la taza y luego en mi garganta.
Ah!!!
El fuego del ron apaga un poco el fuego en mi interior, pero es incapaz de detener las imágenes que se reproducen en el vidrio de la cabina.
Ahí está ese chico. Caminando solitario por una oscura calle repleta de escoria. Caminando entre vagabundos con canecas encendidas para darse algo de calor. Caminando con su cabeza agachada. Cubierta por una capucha que le cubre el rostro. Caminando con un arma en sus manos desde la cual chorrea algo hacia el asfalto oscuro. Es una sombra que recorre la calle. Una sombra sin rostro. Mierda. Apuro más ron para tratar de ahuyentar esos viejos fantasmas, pero la sombra sigue caminando, cruza hasta el final de la calle y se acerca a una esquina donde otro chico se encuentra acurrucado, tiritando de frio, con la cara entre sus piernas. El chico levanta el rostro. Un miedo profundo se apodera de mí, la tasa comienza a temblar en mis brazos y se me nubla la vista. Mi sombra se levanta de la silla y lanza la taza contra el cristal mientras un grito se ahoga en mi garganta. Sin embargo la escena continúa y el otro chico levanta el arma y apuntándola al chico acurrucado en el rincón. Su boca se abre y de ella sale un...
“Sabes que tengo que liberarte a ti también”
El chico acurrucado se levanta, llora en silencio, puedo escuchar como solloza. Luego abre sus brazos en un abrazó y de entre su sombra puede escucharse un te amo. El chico se funde en un abrazo hacia aquel que le apunta con el arma.
Mis piernas tiemblan y mis ojos se llenan de lágrimas. No soy capaz de mantenerme en pie, rompo en llanto, un llanto profundo, un llanto imparable.
Los chicos siguen abrazados. El chico del arma le susurra un...
“Ya es hora”
Y el otro chico se incorpora, toma algo que parece un punzón o un cuchillo del cinto del otro chico y lo entierra en el cuello del chico armado, mientras susurra también...
“Tienes razón, ya es hora”
Con el otro brazo sostiene el arma que el chico intenta apuntar hacía él. Con todas sus fuerzas, inserta aún más, el punzón en el cuello del chico mientras le susurra un...
“Te perdono”
La canción finaliza y en la cabina solo se escucha el sonido del vinilo contra la aguja del tocadiscos.